BITÁCORA DE UN NÁUFRAGO INDIGNADO



Desde una isla casi desierta, un Robinson en el océano de la globalización. Atento/conectado/indignado veo pasar el mundo nada indiferente. Una verbena, un gran guiñol, un despropósito… Mas no puedo huir del sinsentido; estoy enganchado al destino de los demasiado humanos. Estoy condenado a pensar el mundo y verterlo en palabras y lanzarlo al mar en botellas de ceros y unos.



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sábado, 3 de julio de 2010

CANDIDATO K

           
El principal mérito de Candidato K ha sido ser un buen recolector. No de productos de la tierra, sino de votos. Empezó siendo alcalde de su pueblo, de cuyo nombre no quiero acordarme, en la lista de uno de los dos grandes partidos. En principio regentaba una granja de pollos, pues la herencia no le había sido propicia en patrimonio de tierras, pero lo suyo era “defender a su pueblo”. Como era “espabiladillo", pronto lo nombraron presidente de la comarca y le cayeron sabrosas comisiones por coordinar unas cuantas reuniones y poco más. Se mantuvo al margen de las locales guerras fratricidas de su partido y fue ganando peso y, lo que es más importante, manteniendo el puesto. Caía bien y sabía conceder prebendillas a los de los otros partidos, así como a los alcaldes de los distintos municipios. Era un buen gestor de pequeños intereses… Los poderes inmobiliarios de la comarca empezaron a rondarle y su pequeña localidad vio cómo nacía una urbanización de adosados, con jardín trasero incluido mirando hacia los montes despoblados.

Candidato K adquirió uno de esos adosados abandonando su maltrecha casa familiar. Las cosas parecían irle bien y no pasaban inadvertidas en las conversaciones del bar El túnel, donde se comentaba que el chalé le había salido casi gratis, que “el Alfonso trapicheaba por aquí y por allá…” y que se había comprado un cochazo… Nada que ver con Don Alfonso, el primer alcalde de la Transición que se mantuvo los ocho años de su mandato con su 850 (y eso que tenía posibles). A CK le resbalaban estas “calumnias”, bien aposentado en su Audi 8 y en su terraza con balaustrada de mármol, desde la que miraba los montes cercanos con cierto desdén mientras apuraba una cerveza de importación. Empezaba a sentirse distinto, pero no había perdido el contacto con las gentes de su pueblo, dejándose caer de vez en cuando por los bares, incluido El túnel: las elecciones estaban próximas. Las volvió a ganar ampliando su mayoría: tenía una vasta familia y una legión de allegados por intereses varios. Las grúas siguieron operando en su municipio y los aerogeneradores tomaron los cerros. Aquellas montañosas tierras, tradicionalmente pobres y marginadas, estaban cambiando de apariencia (“no iba a conocer a la comarca ni la madre que la parió”, aseguró Tabuenca, como el otro Alfonso). También Tabuenca cambió de look, empezando a lucir marcas y trajes en los que no acababa de sentirse cómodo.

                CK era un hombre generoso. Colocó a un alcalde del otro bando como encargado del vertedero comarcal y éste le dio su apoyo en la operación para hacerse con el control del partido en la comarca, también fue sensible a los deseos de otros ediles valiéndose de sus contactos en la Diputación Provincial. Puso fin a las banderías al ser elegido hombre fuerte de sus siglas en un territorio que ya dominaba como un señor feudal. No tardó mucho en convertirse en diputado provincial, respaldado por su padrino Guzmán, el gran señor de las comarcas occidentales. Disfrutó de coche oficial, como todos los vicepresidentes que encabezaban un grupo político, e incluso fue invitado a ver a Alonso en la “zona VIP” del circuito urbano de Valencia. Siguió gobernando en su localidad, en la comarca, en la provincia. En el bar El túnel decían que no gestionaba nada, pero llegaban ayudas para el pueblo, o para sus fieles al menos. En todos los confines comarcales seguían las grúas y los molinos aerodinámicos…

                Aquel tórrido julio los arqueólogos de la Universidad de Zaragoza encontraron un bronce en el poblado romano más importante de la comarca, muy próximo a la villa de CK. La inscripción romana hablaba de un edil curul del municipium (Titus) que había destacado por su magnanimidad y por el impulso de obras públicas, juegos y celebraciones. De origen plebeyo, había alcanzado prestigio entre la población gracias a su sentido de servicio a la res publica… Nada más se decía de quien era definido como candidatus. En el saludo del alcalde del programa de fiestas de San Bartolomé se hacía referencia a ese gran descubrimiento arqueológico y, no con mucha sutileza, se establecían paralelismos entre aquel célebre munícipe y el actual…

                De Titus no se volvió a hablar, pero CK fue nombrado diputado de las Cortes de Aragón, a pesar de que era casi ágrafo, no sabía enhebrar un discurso y se perdía en el galimatías de reglamentos y documentos cortesanos (se necesitaban muñidores, justificó el jefe del grupo parlamentario). Al cabo de dos años ocupó una dirección general de cuyo nombre no voy a acordarme y K lo celebró, sobre todo porque estaba en la pomada capitalina y porque volvió a recobrar el coche oficial. El día que entró con semejante automóvil e impecable chófer en su localidad no lo olvidaría jamás; incluso los de El túnel salieron a husmear… Se imaginó como un Titus triunfante en su caballo blanco…

                Pero las comparaciones son odiosas. Titus era un hombre instruido –lo revelaba la cartela- y por eso fue elegido por el pueblo en virtud de su preparación y excelencia. ¿Cuáles eran los méritos profesionales de Tabuenca? Nula preparación, escasa capacidad de gestión, grandes habilidades políticas (“maniobreras” decían en su pueblo). El edil romano servía a la “cosa pública” –o eso decían- con la honestidad de un candidatus (en alusión al candidus/blanco que vestía y que pretendía). ¿A quién servía CK? ¿A su partido, a sus fieles, a sí mismo y su patrimonio? Titus es ficción, Alfonso también, incluso yo mismo. Si bien, créanme, la realidad es mucho más inquietante… y real. Miren alrededor, empezando por la cúspide de la pirámide… ¿Merecen el nombre de candidatus?

                         Jaime Minana, Filósofo   @jaimeminaan

















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