BITÁCORA DE UN NÁUFRAGO INDIGNADO



Desde una isla casi desierta, un Robinson en el océano de la globalización. Atento/conectado/indignado veo pasar el mundo nada indiferente. Una verbena, un gran guiñol, un despropósito… Mas no puedo huir del sinsentido; estoy enganchado al destino de los demasiado humanos. Estoy condenado a pensar el mundo y verterlo en palabras y lanzarlo al mar en botellas de ceros y unos.



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sábado, 11 de diciembre de 2010

VASALLAJE E INVESTIDURA EN NUESTRA “UNIVERSIDAD MEDIEVAL”


                   


No es este un artículo de Historia. Voy a hablar del presente, un presente que, empero, se resiste a abandonar el Medievo. Vasallaje e investidura: así funciona la universidad española. Tú te pones bajo mi fidelitas y yo te investiré caballero algún día. Hasta las liturgias de las tesis refrendan ese sistema. El Señor rodeado de sus pares dando el espaldarazo al neófito. A la mesa se convocan los amigos del Dominus, que se abandonan a un codificado ceremonial de retóricas alabanzas y críticas matizadas cuyo final siempre es invariable: el candidato laudeado podrá compartir a partir de ahora la mesa con los notables (doctores). La condición fatua y fática del ritual ha llegado hasta tal punto que se ha desprendido de la parte dialéctica que tenía en la Edad Media. Ni rastro de disputatio ni de argumentatio. Todo palmaditas y refrendos: lo impone el “espaldarazo”. Pero lo más grave es que en algunos departamentos universitarios, en áreas de humanidades más frecuentemente, se utiliza ese mismo “sistema dedocrático” para confeccionar los tribunales de plazas de titular que harán funcionario vitalicio al opositor. Basta con colocar a su maestro, director de tesis o similar para que él se rodee de nuevo de sus afines hasta completar los cinco miembros necesarios de cualquier comisión. Pura excelencia.

Este sistema endogámico pervive en algunos sectores de la Administración y en no pocas empresas españolas (la cara miserable de nuestra cacareada “mediterraneidad”), pero adquiere mayores cotas de filibusterismo en la Summa Academia; lo que resulta especialmente repugnante por tratarse de una institución que debiera brillar por su competitividad, excelencia y rigor profesional, en la que hemos depositado la formación de nuestras élites. Sería injusto afirmar que semejante cáncer afecta por igual a todas las universidades ibéricas, tampoco a todas las áreas de conocimiento. Nos consta que en las de ciencias y tecnología, en la Universidad de Zaragoza sin ir más lejos, se han impuesto procedimientos honestos y transparentes. Desgraciadamente no ocurre lo mismo en algunos sectores oscuros de las humanidades, anclados en las más oscuras prácticas de la herencia franquista. Y ello es posible porque el marco legal, promovido por gobiernos democráticos mayoritariamente socialistas, lo permite. Bajo la falacia de la “autonomía universitaria”, azuzada por los particularismos nacionalistas y el inmovilismo provinciano, se ha desarrollado en no pocos ámbitos una endogamia que privilegia de facto al candidato casero, dejando en el exilio forzado a los foráneos más preparados. Como el establishment académico es supuestamente “progresista”, y además ha pactado con los sindicatos, nadie dice nada. Muchos colaboran con una cómplice omertá, y aunque de cara a la galería se permitan soflamas reformistas y plañideras (“¡qué mal vamos así!”), asumen en la práctica el proceder corrupto: “hoy por ti, mañana por mí”.

Este sistema de reclutamiento funcionarial más próximo a la Cosa Nostra que al espíritu de Universitas que nació, más al norte de Italia, en la Bolonia de 1088 por más señas, tiene sus raíces viciadas a la hora de nombrar doctorandos. Pasado ese ya comentado rito de iniciación, si el doctor neófito aspira a seguir en el sistema debe interiorizar que sus méritos no tendrán tanto que ver con la excelencia, la preparación o los resultados académicos e investigadores cuanto con la fidelitas. Se impone de este modo el imperio de la mediocritas (nada aurea, con permiso de Horacio). Tanto vales cuanto más dócil eres. Los osados, los brillantes, los que piensan por sí mismos tienen difícil cabida en este redil. La “fidelidad agradecida” se compensará con una promoción con calculada lógica endogámica. Y no es moco de pavo, porque está en juego un trabajo para toda la vida garantizado por la correspondiente ubre autonómica. Quienes sean capaces de resistir, más allá de renuncias, mordidas de labios, humillaciones varias y sinsentidos consentidos alcanzarán su sinecura o baronía en forma de célula funcionarial (titularidad). Integrados en el sistema, tenderán a reproducirlo, asegurándose sus propios fieles y alejando a los potenciales cerebros brillantes (siempre percibidos como enemigos).

¿Están cambiando las cosas con el Plan Bolonia? No en este necesario punto oscuro. Es más, amparados en este proceso paneuropeo, está surgiendo una inquietante clase emergente; el burócrata, cuyas virtudes gestoras prevalecen sobre las académicas, investigadoras (limitadas a un calculado cumplimiento de las publicaciones indexadas) e intelectuales. Estos apparatchiks se están integrando con celeridad en el renovado imperio de la mediocritas del Espacio Europeo de Educación Superior, llegando a un pacto con los respectivos Domini para presentar una fachada más políticamente correcta. Estos mecanismos medievales, remozados con la salsa boloñesa, propician que en los elencos internacionales la primera universidad española -la Complutense de Madrid- aparezca en el puesto 147 (por tomar una clasificación patria y generosa como la del CSIC). Lo grave es que nuestra supervivencia como economía desarrollada de primer orden depende, mucho más tras esta demoledora crisis global, de posicionarnos como productores cualificados amparados en la investigación e innovación. La respuesta es un panorama desolador: las colaboraciones I+D+I+i entre universidades y empresas están bajo mínimos (El País del 4 de diciembre las reducía al 14 %) mientras nuestros estudiantes antiboloñeses claman contra esta “contaminación capitalista”; salvo muy raras excepciones no existen universidades privadas cualificadas –son mayoritariamente refugio de los estudiantes con nota de acceso baja- que sirvan de acicate a la degradación de las públicas; por otro lado, la endogamia y el clientelismo siguen sin frenarse desde la Ley, nuestros cerebros incrementan su fuga, etc. Hoy día en demasiados casos los mejores profesionales de un ramo no están en la universidad, ni esta institución es percibida en muchos campos como referencia de liderazgo e innovación tecnológica y científica. Aunque se han ido implementando criterios de promoción (trienios de investigación, evaluaciones), una vez pasados los filtros básicos de acreditación, impera en bastante áreas la lógica funcionarial inmovilista. Por eso, en tantos departamentos universitarios viciados, para cualquier aspirante lo importante es alcanzar ese estatus a través de la fidelitas, pues el ordenamiento legal no garantiza el acceso a los mejores sino que alienta una autonomía consistente en que cada entidad universitaria haga los trajes a su clientelar medida. Lo importante es garantizar el sistema; qué más da que un lingüista lidere una nueva carrera de Comunicación Audiovisual o que un veterinario asuma un departamento de Informática… (y no me refiero a la bendita y necesaria transversalidad e interdisciplinariedad). Qué importa el rigor, la excelencia o la investigación. En nuestras facultades la gente es muy fiel, se vive muy bien y puede ejercer al lado del barrio donde se ha criado (gracias a la bendita autonomía universitaria). “¡Que investiguene innoven otros!”.

LUIS ASPERÓN. Filósofo. Profesor Titular Universidad Zaragoza.










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