BITÁCORA DE UN NÁUFRAGO INDIGNADO



Desde una isla casi desierta, un Robinson en el océano de la globalización. Atento/conectado/indignado veo pasar el mundo nada indiferente. Una verbena, un gran guiñol, un despropósito… Mas no puedo huir del sinsentido; estoy enganchado al destino de los demasiado humanos. Estoy condenado a pensar el mundo y verterlo en palabras y lanzarlo al mar en botellas de ceros y unos.



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miércoles, 24 de agosto de 2011

Día de San Bartolomé de 2011



                          NY, Nova Roma



Si había alguna duda de que Nueva York era la capital del mundo, la furia de los elementos ha venido a confirmarlo. Los dioses siempre se ensañan con los gigantes y en un corto plazo la Gran Manzana ha sufrido una terrible ola de calor en julio, un terremoto (la víspera de San Bartolomé) y el huracán Irene cinco días después, el 28 de agosto, otra vez el 28. Les ha ocurrido a todas las urbes con vocación babilónica, la Gran Ramera según La Biblia: Atenas, Roma, Constantinopla/Estambul, Bagdad, Sevilla, París, Londres… No hace falta recurrir a la Sibila meteorológica, uno tiene la sensación de encontrarse en el ombligo del mundo, en la Nueva Roma contemporánea. En lo sustancial no han cambiado tanto las cosas, hay un dominio económico y político, un imperio global, amos privilegiados y esclavos. Claro, que los siervos de hoy están bajo el manto garante de los derechos humanos, aunque la explotación sea parecida. Los metecos neoyorquinos son los cocineros y camareros hispanos, los taxistas indostánicos, árabes o africanos… Todos aquellos que están al servicio de los señores de la clase media neoyorquina y sus majestades los turistas.

Me fascina NY, como me fascinaba la Atenas y Roma de la Antigüedad o la Florencia del Renacimiento. En todas ellas se atisba la mezcla de talento, creatividad y grandeza con miseria y explotación. La cara y cruz de la naturaleza humana. Viendo Nueva York se palpa ese impulso de Occidente que empezó en los griegos y que continúa todavía por aquí, donde se inventan nuestros sistemas de pensamiento y las ideas para dominar el mundo. En Shanghai o Pekín uno no tiene la misma impresión… Por eso creo que queda imperio americano para unos cuantos años, aunque haya empezado el tiempo de descuento o el declive y caída. Harold Bloom así lo diagnostica rememorando el célebre libro de Gibbon sobre el Imperio romano. El viejo intelectual hebreo observa síntomas compartidos: el auge del autoritarismo (Tea Party y otros fascio-delirios) y el fundamentalismo cristiano. Comparto la preocupación, pero apelo también a esa cara de la moneda del individuo que cree en su capacidad de trabajo, superación y éxito (el sueño americano). Como la piel de San Bartolomé, ese impulso del american way of life parece renovarse tras cada despelleje (y el de ahora es de los severos). Los emigrantes han asumido en América ese gen, en España más bien intentan emular la picaresca autóctona de agarrarse a la ubre de un Estado de Bienestar en ruinas. ¿Qué nos va a quedar entonces en la Vieja Europa?

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