BITÁCORA DE UN NÁUFRAGO INDIGNADO



Desde una isla casi desierta, un Robinson en el océano de la globalización. Atento/conectado/indignado veo pasar el mundo nada indiferente. Una verbena, un gran guiñol, un despropósito… Mas no puedo huir del sinsentido; estoy enganchado al destino de los demasiado humanos. Estoy condenado a pensar el mundo y verterlo en palabras y lanzarlo al mar en botellas de ceros y unos.



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lunes, 26 de septiembre de 2011

GEN DE LA DESIDIA MADE IN SPAIN





Lo intuía y lo confirmé. Nueva York es la capital del mundo, la Nueva Roma contemporánea. Todavía sigue siendo la cabeza del imperio dominante. Recientemente he visitado las megalópolis chinas y se palpa en el ambiente: todavía les queda mucho para alcanzar el pulso de la Gran Manzana. NY se construyó con un gen de supervivencia que se desarrolla en un ecosistema humano de máxima competencia. Aquí todo el mundo parece impulsado por esa máxima de la Constitución americana: “Porsuit of happiness” (“Buscar la felicidad”). He conocido a un puñado de emigrantes hispanos activados por este “gen gringo” que los convierte en triunfadores… Uno piensa que esto es lo que ha activado también a las civilizaciones occidentales: la Grecia Antigua, Roma, la Italia Renacentista, la Inglaterra industrial… Como Atenas, Roma, Florencia o Londres, NY presenta esa doble cara de grandeza y miseria; se fomenta la creatividad individual al tiempo que crecen la explotación y la injusticia… Aquí, como entonces, también hay esclavos que sirven a los ciudadanos acomodados y a los turistas. Los cocineros, camareros, dependientes y taxistas son nuevos emigrantes que trabajan como esclavos, aunque ahora ven un túnel de salida por el que se colarán sus hijos probablemente. Como ocurriera con las minas de plata que sostenían el esplendor de Atenas o las barriadas proletarias de Manchester, hoy día ese vientre neoyorquino explotado sustenta la grandeza emergida del incomparable skyline. El american way of life es, por tanto, el último episodio de ese ambivalente impulso occidental que nos ha encaminado a dominar el mundo, aunque, como señala el siempre perspicaz Harold Bloom, ya hay síntomas de la caída del imperio de las barras y estrellas: el derrumbe financiero, la emergencia de la ultraderecha, la gran falla entre ricos y pobres, etc.

Soy crítico con las miserias del “sueño americano”, me solidarizo moralmente con los loosers (perdedores), compruebo las deficiencias de su magro Estado de bienestar (Michael Moore retrata incisivamente en Sicko las miserias de una Sanidad hipotecada por las compañías de seguros), detesto a un los republicanos que cada vez se aproximan más al fascismo...  Sin embargo, al regresar a España, camino de mi retiro definitivo en “la isla”, experimento un extraño shock. Comparados con los neoyorquinos, los madrileños, los zaragozanos me parecen un poco zombis. Aquí la gente no está en absoluto activada; y no es solamente consecuencia de la transitoria galvana agosteña. Hasta nuestros emigrantes están tan contagiados por ese sopor que no hablan de negocios, iniciativas para prosperar, sino de apuntarse al paro o traer a su familia para que disfruten de la Seguridad Social. Muchos de esos migrados proceden de lugares similares a los que encontré en NY, por lo que algo está determinando tan diferentes comportamientos a un lado y otro del Atlántico. ¿Será el gen español que les ha infectado? Hablo con mis amigos del tema y muchos comparten mi impresión. Los más puteados son los pequeños empresarios, aquellos que dependen para sobrevivir de su esfuerzo y talento. Además de soportar presiones fiscales (aquí solo paga la amplia clase media) y encorsetamientos laborales, tienen problemas con sus empleados, que acuden a sus trabajos con un espíritu funcionarial, nada estimulante, nada creativo. Aquí las empresas (la mayoría son PYMES, no lo olvidemos) son el gran enemigo al que exprimir más derechos, más vacaciones, más…, pero nadie se implica en un proyecto común para que todos se beneficien. Por descontado que hay casos de abusos de la patronal y que hay que permanecer vigilantes con las grandes firmas. Pero no es menos cierto que nos comportamos en general como los nuevos ricos del Welfare State  que reclaman mucho y se exigen poco; todo nos tiene que caer del cielo, de la empresa, de Mamá gobierno autónomo, Papá Estado o de los hermanos ricos de Europa. Así no me extraña que tengamos la productividad más baja del mundo desarrollado.

Pintan bastísimos y estamos metidos en urgentes medidas económicas, hasta cambios constitucionales, que no soy capaz de juzgar hasta qué punto son acertados. De lo que no me cabe duda es que necesitamos un cambio de chip, una nueva mentalidad que nos active, para que prime la competencia, la excelencia, la cultura del esfuerzo, la creatividad… frente a la indolencia, la endogamia, el “ya estoy colocado”, el enchufismo y el rentismo. Si no nos activamos en este sentido, los países emergentes se nos comerán por los pies (ya lo están haciendo) y nos convertiremos en la reserva espiritual de Europa (el gran sueño de Franco, vigía de Occidente); es decir un paraíso de vida mediterránea con diez millones de parados y una población activa restringida al sector servicios (los camareros de Europa y olé). Si eso se produce, el Estado de Bienestar será inviable y nuestro nivel de vida se irá reduciendo inexorablemente.
No suene esto a mantra neoliberal (vade retro Satanás), a deriva ideológica para hacer el caldo gordo a las multinacionales y superbancos (los auténticos culpables del desastre), que es precisamente lo que va a hacer el PP (ZP Bautista les preparó el camino) por mucha retórica de emprendedores y clases medias que ahora exhiba Génova para hacerse con la Moncloa. La verdadera reforma necesaria en España llegará, por tanto, cuando se aborden estos desastrosos hábitos culturales interiorizados, tras heredadas de esa España del hidalgo holgazán que presume tanto de su honor como de no trabajar… ¿Cuántos caraduras conocéis que se jactan de haber logrado un puesto en el que no dan palo al agua, cuál es la meta de todo español de pro sino colocarse de funcionario al lado de casa? Y no voy a descender a gremios, pues la culpa está bastante repartida. Ciertamente, no debemos perder nuestra peculiar cultura mediterránea del saber vivir (en eso tenemos que enseñar mucho a los newyorkers y a los europeos del norte), pero hay que empezar a mutar este gen español de la desidia para que se transforme en un agente transformador, capaz de desarrollar el enorme potencial creativo de este pueblo, hoy aletargado por el espejismo del “interminable bienestar europeo”. Afortunadamente no es un elemento genético, sino un dispositivo cultural con hondas, perversas raíces que hay que empezar a arrancar de cuajo.

                                               JAIME MIÑANA. Filósofo      @jaimeminana











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