BITÁCORA DE UN NÁUFRAGO INDIGNADO



Desde una isla casi desierta, un Robinson en el océano de la globalización. Atento/conectado/indignado veo pasar el mundo nada indiferente. Una verbena, un gran guiñol, un despropósito… Mas no puedo huir del sinsentido; estoy enganchado al destino de los demasiado humanos. Estoy condenado a pensar el mundo y verterlo en palabras y lanzarlo al mar en botellas de ceros y unos.



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sábado, 21 de abril de 2012

11 PALABRAS PARA UNA CATARSIS


O de cómo el Rey recuperó el favor de su pueblo


En el “mensaje embotellado” del pasado 8 de marzo escribí que Juan Carlos I era un experto en crear relatos heroicos a partir de lo que Jacques Lacan llamaba “la verdad”, que, como cabe esperar, es mucho más prosaica y a veces siniestra. Pues bien el episodio del elefante ha tirado por tierra todo este talento fabulador, atribuible al monarca o, visto lo visto, a sus comunicadores. Gravísima metedura de elefante la del Rey, pocos reflejos los de su equipo de imagen al principio… Quizá hubiera bastado con que contaran la verdad (aquí no había opción para nada heroico): José Antonio Zarzalejos la contó en El Confidencial. Hubiera bastado con dejar caer que el monarca se rompió la cadera haciendo “el salto del tigre” con una aristócrata rubia con nombre de filósofo y los españoles hubieran perdonado otra aventura más del lúbrico Borbón. Pero eso de cazar elefantes, especie protegida y tan simpática, siendo además presidente de honor de WWL-Adena…

Tras el desconcierto inicial, el equipo de comunicación de la Zarzuela reaccionó para escenificar una catarsis televisiva de contrición. Las ya célebres “11 palabras” (suena a cofradía de Semana Santa) parece que han recobrado la tan querida imagen humana de Don Juan Carlos. Una certera maniobra en un momento crucial, la historia heroica continúa, esta vez con lenguaje fordiano: Juan Carlos sale del marco de la puerta, se encuentra “casualmente” a los periodistas y escenifica con gesto compungido de niño el perdón; después se pierde por el fondo, ayudado por muletas, escoltado por el doctor en una fuga de héroe herido de western hacia territorio mítico. El Rey se ha reconciliado con su pueblo y allí estaban las televisiones elegidas –las oficiales, que propiciaron el pie de la magnífica interpretación: “Majestad cómo se encuentra”- para convertirse en testigos y difundidores. “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”, el sello de un nuevo pacto entre el monarca y sus súbditos, ¿o somos ciudadanos?

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