En la serie Isabel la Reina Católica es presentada como una heroína que pone orden en medio del caos suscitado por un rey pusilánime (su hermano Enrique IV) dominado por los intereses señoriales, intereses en los que también ella se tiene que apoyar para defender su ascenso al trono. Efectivamente Isabel, tanto monta con Fernando, puso algo de concierto pero manteniendo, incluso impulsando ese orden señorial que luego fue sostenido por Carlos I (en detrimento de la Castilla democrática de los comuneros) y refrendado por Felipe II y sus sucesores. La Corona española, de hecho, se convirtió en la gran defensora del orden señorial europeo y lo exportó a sus dominios de ultramar, donde han asumido ese modelo corregido y aumentado (de aquellos polvos…).
A partir de entonces en España ese modelo señorial ha ido mutándose en una sucesión de oligarquías –terratenientes, industriales, financieras, políticas- para mantener sus esencias dominadoras. La última versión: la alianza entre las oligarquías financieras y las políticas, sostén del régimen parido en la Transición. ¿Por qué si no los políticos han tardado tanto, forzados in extremis por el clamor popular, a legislar el terrible asunto de los desahucios? ¿Por qué si no los fondos ciudadanos están pagando los agujeros que los mismos bancos han generado? Antes los pobres pechaban para las guerras señoriales, ahora pagamos impuestos para las aventuras financieras de los nuevos señores.
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