España está enferma. Los
"bunkerizados" partidarios del régimen de la Transición no se han
enterado, o no se quieren enterar, y aplican cataplasmas a un enfermo terminal.
La Constitución está muerta y su máximo garante -el presidente criptopepero del
Tribunal Constitucional- totalmente desautorizado. El tancredismo y el miope
partidismo cortoplacista de Rajoy han llevado las instituciones al descrédito o
al marasmo, que no sabemos qué es peor. El Gobierno huele a muerto, el PSOE
está en la agonía, UPD danza con
oportunismo la yenka e IU se ve desbordada por una creciente ola de indignación
social, lo mismo que la vetusta maquinaria sindical. El plan de los partidarios
de este régimen comatoso es resistir (prima preservar sus privilegios), pero la
realidad se les está echando encima. El fuego ha empezado en Cataluña. El
órdago de una mayoría que no se siente española, azuzada por interesados virus
nacionalistas, va en serio y ahora no es presentable recurrir al Ejército como
garante de la "incuestionable unidad de España". ¿No se abrió el
hermético melón constitucional para satisfacer a los MerKados, con k de Merkel?,
por qué no volver a hacerlo para lograr un encaje de las nacionalidades
históricas (los vascos están agazapados dejando ahora a los catalanes el
trabajo sucio…). Los periféricos han encontrado un sueño al que amarrarse ante
el naufragio del Estado español mientras los socialistas hacen gorgoritos
federalistas y el Gobierno se enroca blindando una Carta Magna que se salta a
la torera en la sostenida demolición de los derechos sociales, asesinando a
Montesquieu y su división de poderes, despreciando al Parlamento o haciendo
continua burla del respeto y transparencia democráticos. ¿Pero quién puede
creer a estos políticos de la derecha que han sostenido -presuntamente, claro-
una mafia lucrativa en connivencia con los poderes económicos para saquear
impunemente los recursos del Estado? ¿Pretenden convencernos con letanías
goebbelsianas amplificadas desde su vasto y paniaguado imperio mediático, o
pretenden narcotizarnos con leyes de transparencia buenrrollista? La patética
pantomima del Presidente-plasma y sus acólitos ha llegado a tal punto que estoy
seguro de que hay muchos ciudadanos con un mínimo sentido crítico, además de
los catalanes, que firmarían la "independencia virtual del Gobierno de
Rajoy".
Pero no solo es culpa del jefe
de Ejecutivo más incapaz de la Democracia (ZP dejó el listón-tontón muy alto); el
diagnóstico cancerígeno tiene más calado: el régimen de la Transición se ha
quedado obsoleto, superado en todos frentes. Nació de un pacto en el que las
izquierdas renunciaron a sus legítimas demandas históricas, políticas y
sociales para asegurar una democracia coronada por un heredero designado por
Franco que preservaría el tablero dominante de las fuerzas fácticas de siempre.
Se entiende la urgencia de aquellas circunstancias especiales, pero por eso
mismo los problemas de fondo se acometieron a medias para satisfacer
supuestamente a todos. Y de aquellas "comprensibles" medianías estos
grandes sofocos. Los parches de entonces han devenido insalvables socavones
ahora… Se cerró en falso el planificado genocidio de Franco (Paul Preston dixit y la Justicia argentina nos lo
recuerda ante la reiterada obstrucción de los jueces españoles), se improvisó
el "café para todos" de las autonomías que hoy no contenta ni a los
crecientes jacobinos, nostálgicos del “una, grande, libre”, ni a los radicalizados
nacionalistas periféricos; aprovechando la corriente de consenso, y para
conjurar el caos, se instauró un sistema político que fortalecía unos partidos que han devenido casi
únicos actores con poder omnímodo a través de una clase senatorial conchabada
con los superpoderes económico-financieros. Ciertamente nos dieron una
democracia formal, nos sumergieron en el sueño de una Europa próspera que ahora
Merkel ha vendido a los mercados y nos depararon un ansiado estado de bienestar
que están desmontando con alevosía... La ciudadanía más consciente no se
contenta con esas apariencias, desea un profundo replanteamiento en pos de
mecanismos genuinamente democráticos del siglo XXI: resortes participativos en
la era online, creíble transparencia,
economía del bien común (Christian Felber), control de las oligarquías y superpoderes,
respeto a las identidades nacionales, sexuales, religiosas y culturales,
valores ecológicos y solidarios, educación y sanidad públicas de calidad,
apuesta por la innovación y la cultura, etc. Por mucho que su retórica y su propaganda
remitan a inminentes paraísos de prosperidad (siempre económica, lo demás qué
más da), los dos grandes partidos no apuestan por ese cambio radical,
discurriendo la praxis del actual gobierno en sentido contrario. La derecha en
el poder es ideológicamente rancia, españolista y autoritaria, su praxis es corrupta,
benefactora de sus oligarquías, opaca, manipuladora y mentirosa; su proyecto
económico es enemigo de la industria cultural, caciquista, partidario de los
pelotazos especulativos y del empresariado señorial antes que del cacareado
emprendimiento; es depredadora del medio ambiente, católica al viejo uso (el
Papa Francisco la ha puesto en evidencia), incompetente y moralmente deslegitimada.
El Gobierno se aferra a cualquier síntoma de buen augurio macroeconómico que
casi siempre se corrige al mes siguiente - exportaciones, empleo y pasará con
la prima de riesgo-, pero la realidad es muy tozuda: la deuda se agiganta, el
paro persiste, el consumo sigue estancado, la industria continúa
desmantelándose y el crédito no fluye…; hemos salvado a los podridos bancos con
nuestro dinero mientras se empobrecen las clases medias y trabajadoras, la
generación de jóvenes mejor preparada de la historia hace cola en los
aeropuertos, la marca España no vale un chavo (pregúntenselo al COI) y nadie se
atreve a emprender porque no hay flujo dinerario ni confianza. Ante este estercolero
el PSOE no se visualiza como alternativa creíble para unos ciudadanos que
parecen estar demasiado a la expectativa, demasiado temerosos. Solo nos queda
confiar en los hados. ¿Sacarán las acuciantes circunstancias de su privilegiado
búnker al putrefacto establishment de
la Transición? Entretanto sigue oliendo a cadáver nada exquisito.
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